Las notas de ‘Para Elisa’ se oían lastimosas cruzando la esquina, fracturadas por la implacable malicia de la cajita musical acoplada a la bicicleta del heladero. Junto al canto de los gorriones y aleatorios ladridos de perros, era lo único que rompía el silencio reinante en esa calle inundada de un aire denso y caliente como un té de mercurio.
-Estamos listos entonces?
-La verdad…? Medio que todavía no, Diego… qué se yo…
-Dejate de joder, Fabián, no me vas a arrugar ahora…
-No, ni a palos, pero… qué hora es?
-Las dos y cuarto.
-Vos estás seguro de que están durmiendo la siesta, no?
–Pero sí, macho! Si no está ni el loro en la calle, no ves que tienen el aire encendido y todo? Es el momento justo, como lo veníamos planeando.
-Ta bien, sí.
Sacó del bolsillo del pantalón un atado flaco de cigarrillos y ofreció uno a su interlocutor.
-Dale, dame uno.
-Lo que digo es que este barrio pinta jodido… -continuó mientras encendía el cigarrillo de su amigo.- de tranquilo ya pasa a sospechoso…
-Sí, boludo, pero no queda otra. Es un barrio distinto, pero es hora de que variemos los objetivos. Acordate que donde andábamos antes ya nos tienen marcados.
– Acá sigue. (Hacé click)>