Corto

Cuando desperté, lo primero que vi fue la reproducción del Van Gogh colgada en la pared chorreando las pinceladas amarillas hasta el suelo, y pensé que te habías ido. Apagué el despertador buscando silenciar la mañana que perforaba cruelmente la habitación, el aire y el dolor, pero el silencio era mucho más violento y perturbador.

Esa estúpida sensación de estar a punto de vomitar el alma y no.

Buscando el rastro de tus pasos derretidos sobre la alfombra me hundí en los espacios que quedan entre cada espeso remolino de tu perfume, sabiéndome fuera y lejos de todo, justo a tiempo para traspasar la gelatina del recuerdo y perderme y desaparecer completamente de mi propia memoria.